Julio Scherer García

A Heberto le di trato de hermano porque así lo quise. Recuerdo de él su ejemplo silencioso. Dominó el miedo, que es del cuerpo y venció la angustia, que es del alma.

La claridad de su mirada lo hizo sabio. Desde joven y hasta el último día comprendió que sin libertad la vida es trunca o no es. De ahí su empeño: hacer del lenguaje privado y del lenguaje público un sólo lenguaje, el único que libera. La palabra no engaña; el eco confunde; la mentira traiciona. Al igual que pensadores ilustres, sostuvo que la muerte pertenece a la vida y que la vida no es de la muerte. De ahí su fe en los hombres y la fidelidad a su mujer, a sus hijos, a sus compañeros, a sus amigos, a sus ideales, a su esfuerzo, a su buen humor, al ánimo alzado.

Fue muchas cosas, pintor y escultor, matemático, escritor y político, pero entre todas una sobresale: vivió para los demás.
Muere el hombre al que se deja morir. No será tu caso, amadísimo Heberto.