Heberto Castillo.

El desplome de los autoritarismos en el mundo está a la vista. Llámense como se llamen o se les quiera llamar, los gobiernos antidemocráticos, donde privan los intereses de una minoría, tienden a desaparecer. Esto se da en todos los continentes. La misma Europa, culta, desarrollada, sabia, está convulsionada por luchas étnicas y religiosas. Los indígenas de todos lados se aprestan a defender sus derechos primigenios.

Es curioso que en México a los indios, llamados así por la confusión de Cristóbal Colón al creer que arribaba a la India en 1492, se les llama indígenas, porque se cree que la palabra indio es peyorativa y presupone que se le atribuye a un individuo escaso de capacidades intelectuales. En verdad, indígena es aquel individuo originario del lugar de que se trate, como dice cualquier enciclopedia. Y en Europa, Asia y África, las luchas entre diferentes etnias han producido ya decenas de miles de muertos en los últimos meses. En la antigua Yugoslavia, unida en la vida de Tito, después de la Segunda Guerra Mundial, la lucha encarnizada entre habitantes de lo que parecía hacia el exterior una misma región, una misma nación, ha producido muertes y escenas de violencia apenas imaginables.

Estos tiempos parecen anunciar un despertar de los pueblos que no toleran autoritarismos, dictaduras de un sector social sobre otros, de unas etnias sobre otras, de unas religiones sobre otras. Y a México le ha llegado el turno.

Al México bronco, ese que produjo entre 1910 y 1917 cerca de un millón de muertos y el éxodo de otro tanto, quizá, lo ha despertado una política irracional, autoritaria, supuestamente moderna, tecnócrata: la política implantada por Carlos Salinas de Gortari, se dice, aconsejado por ese individuo tras la silla presidencial que responde al nombre de José Córdoba. Esta política, con pequeñas variaciones que corresponden a los países donde se ejerce, es la misma que en los últimos 10 años se ha venido incrementando en América Latina, específicamente en Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Venezuela y Chile. En este último país y en México, se decía, con el mejor éxito. En Chile, la impuso el genocida Augusto Pinochet y la siguió un gobierno elegido democráticamente al unirse todos los partidos contra el dictador. Las decisiones de privatizar las empresas del Estado fueron, sin embargo, en todos los países, decisiones de las cúpulas gubernamentales. En México como en ningún otro.

Los países desarrollados, en especial los que impulsaron esta política llamada neoliberal en la mayor parte de los países, liberalismo social en México, para distinguirla de las demás, aplaudieron entusiastas a los gobernantes que la asumían, y les proporcionaron toda clase de estímulos para que la llevaran adelante. Es lógico y natural que EU, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, España y los países nórdicos europeos celebraran esta decisión de los gobiernos del Tercer Mundo porque les abría las puertas de los mercados de esas naciones. Ya no eran necesarias las guerras de conquista para dominarnos y establecer el neocolonialismo moderno. Bastaba con que los gobiernos practicaran esa política para que nos dominaran como lo han hecho, escandalosamente, en esta última década. Los países más ricos de Latinoamérica-Argentina, Brasil, Venezuela, Perú, México están controlados económicamente por EU México “ha logrado abatir la inflación hasta medirla con un dígito en sólo cinco años”. Se dice que el crecimiento económico, nulo en los seis años del gobierno de Miguel de la Madrid, ha sido sistemático, y aunque bajó en el quinto año de Salinas, no ha sido negativo. Los indicadores económicos son altamente positivos para las grandes corporaciones trasnacionales; la inversión extranjera llegó a un nivel nunca imaginado, más de 60 mil millones de dólares en cinco años; las utilidades de las grandes empresas son estratosféricas. El sitio ideal para hacer grandes negocios es México. En especial en la Bolsa de Valores, especulando.

Sin embargo, olvidaron esos analistas, lo ignoraron olímpicamente, que la nación se empobrecía al tiempo que los muy ricos se hacían más ricos. Los niveles de pobreza llegaban día a día a niveles extraordinarios; el salario real es de una tercera parte del existente al inicio del gobierno de Salinas; los servicios públicos están abandonados a pesar de la publicidad y del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol); Salinas mostraba al mundo sus adelantos políticos enseñando además los resultados electorales producto del más elaborado fraude. Los excesos de éste se muestran cuando se sabe que en los municipios tomados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el PRI obtuvo aplastantes victorias sobre la oposición. Salinas vivía del engaño y de la impotencia de los partidos para hacer evidente el fraude. El EZLN no demanda ejercer el poder, como todos los movimientos rebeldes lo hacen. Reclama que haya elecciones limpias. Se ha llegado al extremo de que para lograr elecciones limpias haga falta levantarse en armas.

A Salinas, y por supuesto a Colosio, se les cayó el teatrito el día primero del año. A nadie podrán engañar ya diciéndole que la política del liberalismo social produjo estabilidad en el país. Hacía 55 años, cuando menos, que no se producía un levantamiento armado. Han pasado dos semanas y el conflicto sigue en Chiapas, y la solidaridad hacia el EZLN -no sólo a los indios ya los mestizos levantados crece en el país. En la capital de la República marchamos decenas de miles de indígenas mexicanos -y algunos extranjeros para apoyar al EZLN y exigir a Salinas que lo reconozca como una fuerza beligerante representante de los alzados en Chiapas.

Es notable también cómo apoya Salinas a su delfín: anuncia cambios en su gabinete para rectificar los errores de su gobierno la víspera del inicio de la campaña de Colosio, para que el acto de éste sea enviado a las páginas interiores de todos los diarios. A nadie importa lo que hace y dice Colosio como candidato del PRl porque precisamente la política que dijo defenderá si llega al poder, es la que ha incendiado al país. Al mismo tiempo, Salinas pone en lugar relevante a Manuel Camacho para que logre la paz con los rebeldes, esos que dio en llamar malhechores o agresores, aunque el agresor y malhechor es a los ojos del pueblo, y de la opinión pública mundial, el gobierno.

Con razón se especula que Colosio será relevado como candidato del PRI. Se quedó sin sustento programático, sin discurso.
Proceso reveló en su número anterior parte del origen de la guerrilla y del EZLN al recordar cómo Adolfo Orive, Gustavo Gordillo y Hugo Andrés Araujo actuaron hace más de 15 años en el campo mexicano, impulsando la llamada política popular de las brigadas “Emiliano Zapata”. Me tocó a mí intervenir en esos prolegómenos cuando vivía en la clandestinidad en 1968.El folleto titulado “Hacia una Política Popular”, lo redactamos Adolfo Orive y yo en noviembre de 1968 y lo distribuimos entre los estudiantes mediante grupos de activistas que se llamaban “Brigadas Emiliano Zapata”. N o se llamaba en él a la violencia, sino a ejercer el poder en los diversos niveles sociales. Las tesis centrales, se dice ahora, eran maoístas, pero no había tal, eran concepciones nuestras, apoyadas en la experiencia de nuestros movimientos campesinos de todos los tiempos.

Cuando fui aprehendido el8 de mayo de 1969, las brigadas se desligaron de mí y supe que Adolfo y otros compañeros prosiguieron su trabajo con el mismo objetivo. Estos grupos, estas brigadas, participaron después en la formación del Partido Mexicano de los Trabajadores; Gustavo Gordillo fue secretario de Relaciones Campesinas del PMT; otros fueron convencidos por el gobierno de Echeverría para trabajar con él, directa o indirectamente, en el Partido Socialista de los trabajadores, a través de Aguilar Talamantes, Graco Ramírez y otros jóvenes de entonces.

La captación de cuadros de la izquierda ha sido una práctica gubernamental de todos los tiempos. Carlos Salinas fue el más activo, al atraer a su lado a muchos que se incorporaron a Pronasol. Buen número de ellos, de los más destacados activistas de los sesenta y los setenta, son corresponsables del desarrollo de los zapatistas de los noventa. Nunca, hay que precisarlo, negaron a Zapata. El mismo Carlos Salinas hace su tesis profesional inspirado en el legendario luchador. Pero todos ellos hicieron a Zapata a su imagen, semejanza y conveniencia. En las conmemoraciones de 1968, algunos “pronasoles” influyeron decisivamente en el tenor de los mítines y, como señalé entonces, pretendieron reconciliar al actual gobierno con el pasado. No tuvieron suerte Yo como se sabe, la Comisión de la Verdad -en la que algunos como yo no teníamos confianza en que sirviera de algo sirvió para que el actual gobierno tuviera que confesar que los archivos no se abrirán sino hasta dentro de cinco años, cuando ya las autoridades hayan tenido oportunidad de depurarlos todo lo necesario.

Los “pronasoles” anduvieron alentando a los grupos campesinos para que se organizaran y defendieran sus derechos, es cierto, pero nunca pudieron, ni lo intentaron enfrentarse a los caciques, entre otras cosas, porque los caciques eran presidentes municipales, gobernadores y/o a veces, secretarios de Estado. Los campesinos recibieron las ayudas y las emplearon, como mucho les dijimos nosotros siempre, para defender sus legítimos derechos, para organizarse.

Sucedió que ellos, los olvidados de todos, los que están cansados de las promesas de las organizaciones campesinas, religiosas, políticas, que durante tantos años les hemos dicho que por la vía pacífica se resolverán sus problemas, no nos hicieron caso y tomaron las armas.
Me preguntan los periodistas: ¿es el camino correcto? ¿Es el único camino? ¿Usted qué opina?

He dicho, lo quiero asentar con mi firma, que para mí hay muchos caminos para luchar por mis derechos y por los de los demás. Tengo tribunas, tengo respeto de mis compatriotas. Pero no es el caso de los indios, de los campesinos mestizos sin tierra, sin trabajo, para los colonos, para los sin trabajo, para los que son agredidos en su dignidad desde que nacen. Para ellos quizá no hay otro camino. Se los han ofrecido, se los hemos ofrecido, desde hace al menos 40 años, y siguen igual o peor. Ellos no ven otra alternativa. Para ellos, entonces, es el camino, ni el mejor ni el más adecuado, simplemente es el camino. Prefieren morir luchando que, como dijo el obispo Samuel Ruiz, de enfermedades elementales producto del hambre, ¡15 mil en un año!

No sé qué puede ofrecerles Camacho, si van a seguir allá los caciques y el Ejército defendiendo sus privilegios.

Por último, quiero enfatizar: no son agresores los alzados. No son malhechores. No son delincuentes. Son nuestros hermanos.